Martes 26 de noviembre 2024

Gordon McInally transforma la ética en acción

El segundo presidente de Rotary procedente de Escocia emprende una agenda cargada de esperanza



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Un joven gaitero desfila por la sala de banquetes de un hotel tocando el estribillo de la famosa tonada «Scotland the Brave». Detrás de él, portando un haggis ceremonial y vestido con el tartán azul, verde, negro y amarillo de Gordon Modern, aparece Gordon McInally, presidente de Rotary International 2023-2024. 

Es la Noche de Burns, que se celebra cada mes de enero con música folclórica, tragos de whisky escocés, entusiastas interpretaciones de las canciones y poemas de Robert Burns, el más grande de los poetas escoceses y, por supuesto, haggis con neeps y tatties (nabos y patatas). Es la quintaesencia de lo escocés, y McInally se encuentra en su elemento, rodeado de sus amigos, para celebrar la ocasión en Galashiels, una ciudad de los Scottish Borders cercana a su casa de Yetholm.

Heather McInally, su esposa desde hace 42 años, lleva un fajín de tartán a cuadros de color verde, azul claro y rojo oscuro, creado para la Convención de Rotary International de 1997 en Glasgow. Excantante de ópera con formación clásica y profesora de música, entona canciones de Burns que aprendió en su infancia. 

Contented wi' little, and cantie wi' mair,

Whene'er I forgather wi' Sorrow and Care,

I gie them a skelp as they're creeping alang,

Wi' a cog o' gude swats and an auld Scottish sang.


Ahora bien, el haggis es otra cosa. 

Se elabora con vísceras de oveja -el corazón, el hígado y los pulmones- picadas con cebolla, avena, sebo, sal, pimienta y otras especias, mezcladas con caldo y luego, en sus orígenes, hervidas en el estómago limpio del animal. Parece una pesadilla culinaria, pero en sus viajes, los McInally se han esforzado por difundir el atractivo del haggis entre los integrantes de toda la comunidad rotaria.

Heather McInally explica cómo, en sus visitas a Estados Unidos, consiguieron localizar proveedores locales de haggis e incluso calentaron el manjar escocés en el microondas de su habitación de hotel. «El aroma a haggis permaneció en la habitación toda la semana», recuerda. «Se lo servimos a otros integrantes de la Directiva de RI durante nuestra estancia en Chicago».

A todos les encantó, aunque no sabían muy bien qué estaban comiendo».

Gordon McInally creció en Portobello, una pintoresca zona costera de Edimburgo, notable por su hermosa playa de arena clara y espigones de madera que se adentran en las aguas del Estuario del Forth. Su madre era propietaria de una guardería privada, y su padre trabajaba para Macdonald & Muir, fabricante de los whiskies Glenmorangie. Ian, su fallecido hermano, era tres años menor que él, y ambos pasaron gran parte de su infancia jugando y asistiendo a partidos de rugby.

Gordon y Heather se conocieron al final de la adolescencia, y su relación floreció durante un viaje a Florencia (Italia) como integrantes de un coro combinado de sus respectivas escuelas de Edimburgo. «No estamos siempre juntos; cada uno tiene su vida», afirma Heather McInally. «Incluso en Rotary, yo pertenezco al club pasaporte Borderlands [club satélite del Club Rotario de Selkirk], y Gordon es socio del club de South Queensferry. Nuestras vidas siempre han sido así, en gran parte debido a los compromisos laborales, que nos llevan en distintas direcciones. Los dos somos personas independientes; sin embargo, al volver a casa por las noches, siempre nos contamos lo que hicimos».

Su marido está de acuerdo. La pareja tiene dos hijas, Rebecca y Sarah, y dos nietos, Ivy y Florence. Él describe a Heather como «una señora muy, muy tolerante que me ha prestado un gran apoyo a lo largo de los años».

Y añade: «Ella siempre es una magnífica interlocutora. Puedo confiar en que Heather me dirá las cosas tal como son. Si hago una presentación, todos me dirán que lo hice genial, ¡pero Heather siempre me dirá la verdad! Sé que no podría desempeñar este papel sin su apoyo».

Cuando se casaron en la iglesia parroquial de Craigsbank en Edimburgo, Gordon McInally pasó a formar parte de la Iglesia de Escocia, tras haber pertenecido con anterioridad a la Iglesia Metodista. Ahora es anciano y administrador de la iglesia, y también ha servido como anciano del presbiterio, presidente de la junta congregacional de su parroquia y comisionado en la asamblea general de la iglesia.

«Mis padres nos inculcaron a mi difunto hermano y a mí el sentimiento de ayudar y cuidar a los demás, y esto es algo que me ha acompañado toda la vida», afirma. «Mi fe personal, y la educación que recibí en el seno de una familia con una fe igualmente fuerte, han tenido una gran influencia en mis decisiones vitales y en mi carrera». 

Antes de jubilarse en 2016, durante más de tres décadas, McInally fue propietario y director de una concurrida clínica dental en la capital de Escocia. En su carrera profesional, ocupó los cargos de profesor y examinador, y fue presidente de rama de la Sociedad Británica de Pedodoncia (ahora la Sociedad Británica de Odontología Pediátrica). Al jubilarse, y tras vivir muchos años en South Queensferry, los McInally se trasladaron a Scottish Borders. La pareja venía planeando el traslado desde hacía más de 30 años. 

«Durante todo el tiempo que trabajé como dentista, nos dijimos que estaría bien vivir en los Borders, porque allí es de donde proceden mis antepasados», explica. «La familia de mi madre se dedicaba a la agricultura, y mi madre nació en una granja a unos 24 km de aquí. Desde que llegamos, le digo a la gente que me siento como si mi ADN hubiera vuelto a su hogar».

Para McInally, esta es una noche de descanso, en la que escucha a jóvenes de las escuelas de Galashiels recitar con dramatismo obras de Burns, incluido el «Discurso a un Haggis», leído por la joven Poppy Lunn, quien seguidamente lo corta con gesto teatral. Hay más música de gaitas y violines, además de cantos colectivos, hasta que la velada concluye con una sentida interpretación de «Auld Lang Syne».


Unos días más tarde, McInally se encuentra en Abbotsford House, situado junto al río Tweed, en el corazón de los Scottish Borders. La campiña es un tapiz de verdor, y a lo lejos se alzan los tres picos cónicos de las colinas de Eildon, cargadas de historia romana. Es un lugar precioso y uno de los preferidos de McInally para enseñar a sus visitantes, como ha hecho hoy.

Abbotsford House fue el hogar de Sir Walter Scott, novelista, poeta e historiador, quien popularizó el uso del tartán, creó la novela histórica y contó entre sus admiradores a la reina Victoria. El estilo arquitectónico de Abbotsford inspiró muchos edificios en Escocia, incluido el castillo de Balmoral, residencia de verano de la reina Isabel II. Algunas de las obras de Scott como Ivanhoe y Rob Roy han sido llevadas a la pantalla.

Hoy, el edificio escocés del siglo XIX, con sus frontones escalonados, garitas y elementos tomados de las estructuras medievales de Escocia, está cerrado al público debido a la temporada invernal. Sábanas protegen los muebles del polvo, y una persona se encarga de la ingrata tarea de limpiar los 9000 libros que se alinean en los estantes de la biblioteca.

La conexión de Scott con los Borders comenzó cuando contrajo la polio a los 18 meses de edad. Quedó paralítico de la pierna derecha, por lo que sus padres lo enviaron a recuperarse a la granja de su abuelo, en las afueras de Kelso. «Fue debido a la polio que Sir Walter fue llevado a los Borders, donde escuchó las historias y canciones que inspirarían sus obras», explica Mary Kenny, responsable del patrimonio albergado en Abbotsford. McInally y Kenny coinciden en que Scott habría sido un gran socio de Rotary. 

Los McInally hablan con Anna Hinnigan, directora de operaciones de Lochcarron de Escocia, fabricante de telas de tartán en Selkirk.

La trayectoria rotaria de McInally comenzó a los 26 años. Se afilió al Club Rotario de South Queensferry tras ser invitado por un amigo agricultor que pertenecía a la iglesia a la que acudía su familia. «Al principio vi en el club una excelente manera de hacer amigos en la ciudad y de realizar actividades en la zona que beneficiarían a la comunidad en general», explica. «Con el paso del tiempo, al darme cuenta de la labor que realiza Rotary en todo el mundo, quedé enganchado».

A excepción de un período de tres años en el que McInally fue socio del tristemente desaparecido Club Rotario de Kelso, ha seguido siendo socio del Club de South Queensferry. Fue gobernador de distrito en 1997-1998 y en 2004-2005 celebró el centenario de Rotary como presidente de Rotary International en Gran Bretaña e Irlanda (RIBI por sus siglas en inglés).

Poco antes de asumir la presidencia de RIBI, McInally visitó Ruanda y Sudáfrica para ayudar a niños huérfanos a causa del genocidio ruandés de 1994 y el VIH/SIDA. Posteriormente, ayudó a establecer una alianza entre RIBI y Hope and Homes for Children, organización que ya contaba con presencia en ambos países, para ofrecer a los huérfanos alimentos, refugio, medicamentos y educación a fin de que puedan disfrutar de un futuro sostenible. McInally se siente orgulloso de patrocinar Hope and Homes for Children, organización que ahora ayuda al gobierno ruandés a desarrollar un sistema nacional de protección de la infancia que reduzca al mínimo las separaciones familiares y ofrezca alternativas basadas en la protección del núcleo familiar.

La labor de McInally en África se ha extendido a Kenia. Justo antes de la pandemia de COVID-19, viajó al país como voluntario en el marco de una iniciativa liderada por socios de Rotary escoceses. Allí realizó exámenes dentales en Nyumbani, aldea ecológica autosuficiente que proporciona hogar y apoyo a niños huérfanos y a los abuelos que los tutelan. También ayudó a renovar los alojamientos de los residentes.

«Rotary ha sido un magnífico vehículo que me ha permitido atender y ayudar a los demás», afirma. Rotary también me ha dado amigos en todo el mundo y, como consecuencia, ahora tengo una mejor comprensión del mundo en el que vivo. Todo esto, junto con el desarrollo personal, es lo que hace que siga atrayéndome y lo que me hace querer compartirlo con los demás».


Si bien McInally nunca se alejó de su hogar, su hermano Ian, tras graduarse de la Universidad Heriot-Watt en Edimburgo, se instaló en las afueras de Londres, se afilió a Rotaract y conoció a su esposa mientras trabajaba en la industria informática. Los dos hermanos y sus familias se visitaron a lo largo de los años, pero poco sospechaba McInally que su hermano sufría del «perro negro» de la depresión, como la denominaba Winston Churchill. Ian McInally se quitó la vida el 8 de febrero de 2014.

Ese momento cambió para siempre la vida de quienes querían a Ian, quienes aún siguen haciéndose preguntas: ¿Por qué? ¿Qué señales se nos pasaron por alto? ¿Qué más podríamos haber hecho? 

McInally recordó todo esto en un discurso en la Asamblea Internacional celebrada en Florida el pasado mes de enero, la primera vez que habló sobre el suicidio de su hermano desde un escenario público. Llegó a emocionarse mientras ensayaba el discurso. «Créanme, no fue una presentación fácil», recuerda. «Ese día fue la primera vez que pude completarla sin derrumbarme».

Su intención al contar la historia no era buscar compasión, sino hacer saber a la gente que los problemas de salud mental pueden afectar a cualquiera e ilustrar por qué se siente tan identificado con este tema. «Varias personas se me acercaron después y me dijeron: 'Tu historia es muy parecida a la mía'», asegura.

El año pasado, McInally se convirtió en embajador de la organización benéfica Bipolar UK, que a continuación estableció una relación de colaboración con RIBI. Tras la experiencia de su hermano, siente un profundo apego por la organización y la ha apoyado organizando un seminario web sobre la prevención del suicidio y produciendo un video sobre la enfermedad.

Una de sus iniciativas presidenciales es priorizar la salud mental. «Mi llamado a la acción con esta nueva iniciativa para Rotary», explica, «es abogar por la eliminación del estigma que supone hablar de la salud mental, ayudar a las personas a encontrar una atención de mejor calidad y apoyarlas en su camino hacia la recuperación».

Para McInally se trata de otra oportunidad de poner en práctica su ética personal a través de Rotary.

Después de Abbotsford House, la siguiente parada de McInally es el campo del Kelso Rugby Football Club para su derbi local contra el equipo de Gala de la Tennent's National League Division 1. Si hay una pasión que una a los habitantes de los Borders, es el rugby. La región ha sido cuna de algunos de los mejores jugadores de rugby nacidos en Escocia, muchos de los cuales llegaron a jugar con los venerados British & Irish Lions.

Antes del partido, seis amigos rotarios se reúnen con los McInally en la sede del club para tomar una sopa de lentejas seguida de un pastel de carne. La conversación es intensa y las risas frecuentes mientras los amigos intercambian sus últimas noticias.

Doug Forsyth, antiguo agente de policía, tiene buen instinto y aprovecha la oportunidad para acercarse a Neil Hastie, presidente del Kelso RFC, y hablarle de la posibilidad de afiliarse al nuevo Club Pasaporte Borderlands.

«Neil sabe lo que representa Rotary en la comunidad, pero le gusta el enfoque flexible del club pasaporte», afirma Forsyth. «No tenemos reuniones semanales, no tenemos comidas. Nos reunimos quizás una vez al mes para tomar un café y un pastelillo, y emprendemos proyectos. Nuestra idea es hacer Rotary, no hablar de Rotary. Todo gira en torno a hacer que la afiliación a Rotary sea activa y atractiva».

McInally mira con aprobación. «Es un Rotary flexible y ese es el futuro», añade. 

En torno a la mesa se percibe una admiración generalizada por el hombre que se convertirá en presidente de Rotary International: el segundo escocés y la sexta persona del Reino Unido. Sin que nadie le escuche, Sandy McKenzie, presidente del Club Rotario de South Queensferry, insiste en que todos están muy orgullosos de su logro. «Estamos absolutamente encantados», asegura. «Gordon es un rotario realista y con los pies en la tierra».

Kate Gibb, socia del club, revela que siempre supo que su buen amigo desde hace casi treinta años alcanzaría la cima de Rotary International. «Recuerdo haberle dicho a nuestro ministro de la iglesia parroquial de Queensferry, David Cameron, no el ex primer ministro británico, que algún día sería presidente de Rotary International», afirma. «Llámalo instinto. Gordon es modesto, humilde y trabajador».

McInally fue delantero de segunda línea y número 8 en su época de jugador de rugby, «una carrera prometedora truncada por una grave falta de talento», reconoce. Después de comer, asiste en primera fila con sus amigos al partido de rugby de Kelso, entre los bulliciosos seguidores de ambos equipos. Es un partido rápido y dinámico, con muchos ensayos y comentarios jocosos de los espectadores.

El rugby es una parte muy importante de la vida familiar. La antigua clínica dental de McInally está a un tiro de piedra del estadio de rugby de Murrayfield. Cuando vendió la consulta en 2016, una de las condiciones que puso era disponer de un espacio para estacionar allí su automóvil durante los partidos internacionales de Escocia.

Heather McInally recuerda una ocasión en la que las cámaras de televisión estaban en Kelso y se fijaron en su hija Sarah, entonces una niña pequeña, que presenciaba junto a Gordon un partido. «Sí, en los Borders empiezan de pequeños», narró el legendario comentarista de rugby de la BBC Bill McLaren.

Gala logró la victoria sobre Kelso por 36-31 gracias a dos golpes de castigo en los últimos minutos. Mientras nos preparamos para abandonar el campo, Heather comenta: «En sus discursos, Gordon bromea sobre cómo espera que alguien del comité de propuestas para presidente de RI venga y le diga: 'Lo sentimos, nos equivocamos de persona al invitarlo a ser presidente. En realidad, queríamos llamar a la siguiente persona de la lista. ¡Teníamos la intención de llamar a la siguiente persona de la lista!».

«Es todo un honor. Nos reunimos con jefes de Estado, visitamos lugares glamurosos, y yo me pellizco pensando: 'Solo soy Heather. ¿Qué demonios estamos haciendo aquí?"», exclama. «Venimos de un pequeño pueblo de Escocia de 500 habitantes, y aquí estamos representando a Rotary International».

Antes de separarnos, ella reconoce estar inmensamente orgullosa del logro de su esposo: «Por supuesto», concluye, «¡pero por favor no se lo digas!». 

Este artículo apareció originalmente en el número de julio de 2023 de la revista Rotary.

Escrito por Por Dave King Fotografía Monika Lozinska

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